El tercer film de Luca Guadagnimo tras su opera prima Melissa P. y el éxito de crítica Yo soy el amor, vuelve a centrarse en los vericuetos que toma el deseo y los quebraderos de cabeza que produce. Y como en sus anteriores películas nos lo cuenta con una cuidada estética y una gran atención a la fotografía y los cambios de plano, lo que nos confirma que el italiano es la mejor elección posible para el remake de Suspiria, la obra maestra del giallo de Dario Argento que prepara con Tilda Swinton y Dakota Johnson como protagonistas.
En esta ocasión la historia se centra en una estrella del rock (Tilda Swinton) que ha perdido la voz y vive un retiro en una paradisíaca villa al sur de Italia junto a su pareja (Mathias Schnoenaerts). Toda esta aparente tranquilidad se tambalea con la llegada de un excéntrico examante de la cantante (Ralph Fiennes) y su joven hija (Dakota Johnson).
Guadagnimo encierra a estos cuatro personajes en una lujosa casa de vacaciones y, entre baños en la piscina que se recrean en los cuerpos de los actores, surgen las pasiones y resentimientos ocultos durante años. Todo esto mientras muchos refugiados llegan a esta zona italiana. Esta crisis migratoria aparece en la película de una manera indirecta, que envuelve la historia pero que es ajeno a los problemas que asolan a los acomodados y en ocasiones egocéntricos personajes.
Con una gran elegancia y personalidad para tratar la sexualidad que ya le ha llevado a ser comparado con grandes directores con su misma nacionalidad como Antonioni o Bertolucci, y un trabajo actoral excelente, destacando un Ralph Fiennes totalmente desenfrenado; Luca Guadagnimo nos ofrece una película muy disfrutable, que le confirma como un realizador muy a tener en cuenta.
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